El universo es como es y sus constantes tienen el valor que tienen gracias a la vida. El azar no posee, poseyó o poseerá la capacidad de dar vida. Es la vida, lo que algunos desde otras ramas de la
física han llamado el «observador», la que organiza el universo. ¿Quieredecir esto que el planeta Tierra es suficiente para estructurar un universo infinito? Es poco probable. Entonces… ¿acaso estamos insinuando que ahí afuera existe vida extraterrestre? Pensemos como lo haría un científico en lugar de un escéptico. Los planetas forman sus clanes alrededor de las estrellas. Nuestra estrella madre, el Sol, es una de los cuatrocientos millones de estrellas que forman la Vía Láctea (nuestra querida galaxia), y el universo contiene más de dos billones de galaxias, una cifra que aumenta conforme se agudiza la precisión de los telescopios. Para hacernos una idea de la magnitud, los dos billones de galaxias conocidas a día de hoy en el cosmos superan con creces la cantidad de granos de arena que existen en todo el planeta Tierra[4]. De hecho, por cada grano de arena que existe en nuestro planeta hay más de cien planetas en el universo con las condiciones idóneas para la vida.
¿Qué es la vida? Un proceso inteligente. Existe inteligencia más allá del cerebro o de un ordenador. Estaremos de acuerdo en que un chip tiene una elevada capacidad de cálculo y puede resolver el teorema de Pitágoras en un abrir y cerrar de ojos, pero no puede comprenderlo o saber cuándo aplicarlo a una situación de vida por sí solo porque no es inteligente (tal vez algún día). Al mismo tiempo, tener cerebro no es sinónimo de inteligencia. Los microorganismos o las plantas, que no presumen de tener cerebro, se comportan de manera inteligente. Un moho del fango elige el camino más corto en un laberinto de veinte centímetros cuadrados para encontrar alimento a la primera. La inteligencia es una acción creativa que nace en el momento presente y afecta a la estructura de todo el universo en su conjunto. La casualidad o lo aleatorio no existe, es un estado previo al conocimiento que desaparece al tomar conciencia del patrón que hay detrás.
Los sistemas no lineales nos enseñan que el presente es la forma que tenemos de adaptarnos al mundo e influir en él. Escarbando en este segundo aspecto de la vida un poquito más, nos damos cuenta de que solo tiene sentido movernos en un presente cercano, tal y como descubriremos muy pronto. Haciendo simulaciones por ordenador podemos demostrar fácilmente cómo la probabilidad de obtener una predicción válida introduciendo a las ecuaciones momentos pasados o proyecciones futuras arrojan resultados desastrosos en un sistema caótico. En la sociedad occidental educamos al cerebro hasta convertirlo en un linealizador profesional, algo parecido a convertir a una estrella del béisbol en un friegaplatos. El cerebro es capaz de hacer esto y mucho más gracias a la plasticidad neuronal. De este modo, cualquier cerebro instruido en los caprichos de la linealidad puede simular un mundo lineal donde dos más dos parecen ser cuatro, pero nunca podrá llegar a serlo porque la vida no es lineal. Por este motivo el cerebro ofrece todo el tiempo sensaciones: la sensación de sentirse amado, de que todo va bien en el trabajo o la sensación efímera de felicidad.
¿Qué quiere decir un cambio drástico en las condiciones presentes? Puede tomar muchas formas, desde un esguince de rodilla a la simple entrada del miedo en escena. Lo importante es reconocer
que el sufrimiento experimentado es proporcional a nuestra resistencia a la adaptación. Debemos estar abiertos a cualquier cambio inesperado. Aunque estas ideas puedan parecer sota, caballo y rey, las personas no siempre estamos dispuestas a adaptarnos a las condiciones presentes. De hecho, esta falta de adaptación es la principal causa del sufrimiento moderno, como veremos a su debido tiempo. Por norma general, las personas somos reacias a adaptarnos cuando el presente trae consigo cambios inesperados, impredecibles, incontrolables o cuando suponen una amenaza para nuestra personalidad, poniendo de manifiesto que vivimos todo el tiempo comparando lo que nos ocurre con una idea de cómo debe ser la vida y el futuro, con una imagen feliz e ideal de las cosas. Consumimos la mayor parte de nuestra energía tratando de resistirnos al cambio en lugar de adaptarnos a él, y esto ocurre porque nadie antes nos había explicado cómo funciona el proceso inteligente de la vida, algo que la ciencia y otras disciplinas están empezando a hacer. La vida no está hecha para creerse cosas, sino para experimentarlas o, dicho de otro modo, creerno es un camino hacia la adaptación, experimentar sí.
Vivir en el presente cercano sin pretensiones de ningún tipo tiene efectos beneficiosos sobre la respuesta al estrés, lo que se traduce en una disminución de la tensión arterial, mejores digestiones, un sistema de defensas más sano (sin necesidad de Actimel), reduce la probabilidad de padecer diabetes, mitiga la ansiedad, aumenta la autoestima,[RF5] previene las enfermedades espiratorias[RF6] reduce la probabilidad de padecer una cardiopatía o un cáncer[RF7] y aumenta la empatia con el mundo. Cuando nos lanzamos a vivir el presente cercano, aunque sea durante
veinticuatro horas, experimentamos cambios sustanciales. Una persona anula una cita agendada con tres meses de antelación. Entonces nos damos cuenta no solo de todas y cada una de las esperanzas que habíamos depositado en la reunión, sino también de que esa reunión siempre estuvo en el futuro, un lugar donde la probabilidad de que las cosas ocurran como hemos planeado es mínima. Al ser conscientes de lo que está ocurriendo, podemos dejar de tomarnos la cancelación de la cita como algo personal y reconocer que responde a la naturaleza misma de la vida en lugar de lamentarnos, y buscar alternativas en el presente cercano. Este es el punto favorito de los pensamientos. «Sí, sí, es muy fácil decirlo» o «sin esa reunión mi empresa está destinada a la bancarrota» son pensamientos que elcerebro suele proponer en estos contextos.
El cerebro genera la percepción de la realidad en base a la información de los sentidos, y si los sentidos dicen que vivimos en el cuerpo de Barbie, entonces vivimos en el cuerpo de una muñeca rubia. No hay recuerdo o dignidad que valga. Tal y como predijo Bose, la frontera que separa lo vivo de lo no vivo es algo relativo.
En términos de vida ocurre lo mismo. La jirafa se relaciona con el árbol. Luego la misma jirafa interacciona con un elefante, mientras sobre el árbol se posa un colibrí, de manera que el elefante afecta al desarrollo del árbol y el colibrí a la jirafa, al mismo tiempo que el elefante y el colibrí terminan conectándose también. Esta conexión permite a los organismos vincularse sin necesidad de encontrarse físicamente uno con otro. El resultado es un nuevo sistema dirigido por el presente, sin límites definidos, donde rigen leyes no lineales que llamamos vida. Somos lo que somos no por mérito propio o por casualidades de la vida, sino porque las jirafas son como son, los árboles son como son, los elefantes son como son y porque nuestro jefe es como es. Cada uno de ellos altera el proceso de la vida añadiendo nuevos tramos, dando lugar a una gran reacción en cadena de cambios quCon la misma naturalidad que respiramos tomamos decisiones basadas en el miedo, miedo a que algo malo ocurra, miedo a no estar haciéndolo bien, tratando de huir constantemente de la culpa. Pero la ciencia nos demuestra que el proceso de la vida está ahí siempre, con nosotros, y no tenemos nada que temer. Nuestras imágenes mentales están tan arraigadas que, aun cuando estamos empezando a tomar conciencia del funcionamiento de la vida, si nuestro hijo no come en todo el día le metemos la papilla por las orejas. ¿Y eso por qué? Porque no confiamos en la vida. La desconfianza lleva a la inconsciencia, y no ser conscientes nos lleva a olvidar que formamos parte del proceso inteligente y autodirigido de la vida. Esto ocurre porque en algún nivel estamos pidiéndole a la vida que cumpla nuestros deseos, que esto no sea como es o que lo otro nunca ocurra. Un bebé, un organismo, sabe lo que tiene que hacer, cómo crecer, cómo alimentarse, cómo reproducirse, sin nuestra supervisión. Solo se trata de estar ahí y confiar. Ese es nuestro papel. A día de hoy no hemos encontrado ningún experimento científico que evidencie que la preocupación, el sufrimiento o el esfuerzo sea la base del éxito.e nosafectan a todos. Aquella bola roja que antes golpeaba el extremo de un brazo que giraba sobre un eje para empujar un trozo de madera, ahora baja por una nueva rampa fruto de una relación original con un nuevo ser vivo.
Hemos construido el mundo en que vivimos a base de pensamientos lineales y, a su vez, esa misma mirada lineal es el motivo que nos impide entender y tomar conciencia. Paradójico y emocionante al mismo tiempo. Las personas somos un popurrí de pensamientos y emociones con patas capaces de sentir felicidad por irnos a vivir a otro país y al mismo tiempo sentirnos tristes por las personas que dejamos atrás. Este es solo un ejemplo cotidiano de la no linealidad, pero existen millones más. Puede que antes de empezar esta aventura de autodescubrimiento estas ideas fueran extrañas o difíciles de entender, pero este libro está escrito desde el mundo no lineal e irremediablemente vamos a comenzar a ver este fenómeno en todos y cada uno de los aspectos de la vida: en la política, en la física, en las relaciones de pareja, en la medicina o en las emociones humanas.
En las últimas décadas, gran parte de los estudios científicos dan a entender que los más aptos no son los que se adaptan al entorno, sino aquellos seres que consiguen adaptarse con éxito al proceso de la vida, el cual va mucho más allá de la porción de tierra que pisamos en un momento concreto o de la época en que nos toca existir. Profundizando en este asunto desde nuestra nueva visión del universo, descubrimos que el ser humano consiguió adaptarse con éxito al proceso de la vida y convertirse en el más apto gracias a cinco herramientas básicas: la paciencia, la cooperación, la empatia, la confianza y la honestidad.
La reacción en cadena de la vida nos demuestra que sobrevivir no consiste en permanecer vivo el mayor tiempo posible, vivir con escasos medios o salvar el pellejo a toda costa. El prefijo sobre significa superposición y, literalmente, sobrevivir significa superposición a la vida. Sobrevivir significa integrarnos en el proceso, formar parte conscientemente de la reacción en cadena de la vida, y para integrarnos debemos tomar conciencia. Por eso es tan importante la ínsula en los tiempos que corren, porque es la herramienta que nos permite tomar conciencia de las cosas que pensamos y nos llevará, a su debido tiempo, a descubrir por qué y para qué pensamos. El ser humano más apto es aquel dispuesto a integrarse en el proceso inteligente de la vida de manera consciente y no por conveniencia o por justicia. Un mono lento que vivía en la copa de los árboles llegó a ser la especie dominante del planeta porque estaba dispuesto a hacerse uno con la vida, y la paciencia, la cooperación y la empatia fueron piezas claves.
Frans demuestra en sus investigaciones cómo los seres humanos no somos egoístas o individuales por naturaleza, sino todo lo contrario. Somos pacientes, cooperativos y empáticos igual que bacterias, ratones o aves. Lo que ocurre es que vivimos y nos educamos en una sociedad occidental basada en el individualismo y la competencia, algo que se opone a nuestra propia naturaleza. Cuando miramos a las estrellas, ¿qué vemos? Estrellas. No podemos ver otra cosa. Si nos creemos seres egoístas y supervivientes, cuando miramos a la naturaleza, ¿qué vemos? Seres egoístas y supervivientes. Por eso estamos volviendo a mirar al mundo asumiendo que no sabemos nada, porque solo observa con atención quien cree que no sabe, y solo el que observa ve. Nos impregnamos de individualismo y competencia durante nuestros procesos de formación, en la escuela y en las familias, en nuestra sociedad occidental, pero eso no significa que la naturaleza de los seres vivos sea egoísta o competitiva. De hecho, la naturaleza es todo lo contrario, es colaborativa y empática. ¿Cómo no vamos a sentirnos perdidos e incomprendidos si hemos construido un mundo que se opone a la naturaleza humana y a la vida misma? Construir un mundo a base de ladrillos, de imágenes mentales que se oponen a la vida, es el origen del sufrimiento moderno, y la ciencia es uno de los medios disponibles para desenmascararlas y tomar conciencia. En nuestro viaje, acamparemos allí donde nacen las imágenes mentales y diseccionaremos la mente para entender su papel en la percepción de la realidad. En este ejercicio, nos daremos cuenta de que el mundo que vemos es solo una interpretación, y experimentaremos que tomar conciencia de cómo funciona la vida, la mente y el organismo transforma el mundo que vemos.
Con la misma naturalidad que respiramos tomamos decisiones basadas en el miedo, miedo a que algo malo ocurra, miedo a no estar haciéndolo bien, tratando de huir constantemente de la culpa. Pero la ciencia nos demuestra que el proceso de la vida está ahí siempre, con nosotros, y no tenemos nada que temer. Nuestras imágenes mentales están tan arraigadas que, aun cuando estamos empezando a tomar conciencia del funcionamiento de la vida, si nuestro hijo no come en todo el día le metemos la papilla por las orejas. ¿Y eso por qué? Porque no confiamos en la vida. La desconfianza lleva a la inconsciencia, y no ser conscientes nos lleva a olvidar que formamos parte del proceso inteligente y autodirigido de la vida. Esto ocurre porque en algún nivel estamos pidiéndole a la vida que cumpla nuestros deseos, que esto no sea como es o que lo otro nunca ocurra. Un bebé, un organismo, sabe lo que tiene que hacer, cómo crecer, cómo alimentarse, cómo reproducirse, sin nuestra supervisión. Solo se trata de estar ahí y confiar. Ese es nuestro papel. A día de hoy no hemos encontrado ningún experimento científico que evidencie que la preocupación, el sufrimiento o el esfuerzo sea la base del éxito.
Las personas que aparentamos saber, seamos de ciencias o letras, detrás de un vocabulario complejo y un pensamiento abstracto, escondemos una enorme ignorancia: vivimos sin saber quiénes somos, ignorando lo que significa ser humano, sin entender las relaciones, sintiéndonos a menudo perdidos, y difícilmente encontramos nuestro espacio en el mundo. Y nadie debe avergonzarse de ello porque cuando se trata de la vida no hay diferencia entre el inteligente y el ignorante, entre el político y el ciudadano o entre el director de investigación y el barrendero. Entonces no tenemos más remedio que mirar a la cotidianidad como personas normales y corrientes, y al hacerlo descubrimos que somos capaces de comprender cómo funciona nuestro organismo y cuál es nuestro papel en el proceso de la vida sin tecnicismos, sin palabras enrevesadas.
Durante millones de años nuestro cerebro ha evolucionado con el único objetivo de ofrecernos un presente apetecible, llegando a la conclusión de que, para tener un buen presente, necesitamos percibir una realidad coherente. En la sociedad occidental actual, la coherencia es sinónimo de estabilidad, de ausencia de sufrimiento, hasta tal punto que muchas personas preferimos renunciar a la felicidad y conformarnos con no sufrir en exceso. De este modo, el ser humano se ha convertido en el único ser vivo capaz de preocuparse por cosas que no han ocurrido y puede que nunca ocurran, haciendo de la incertidumbre nuestro mayor enemigo. La receta de la percepción de la realidad se elabora con siete ingredientes principales y cubre estas y otras necesidades. Cada sentido se encarga de preparar la información poniéndola a remojo, retirando o lavando la piel según el caso y usando un colador para limpiar impurezas. Una vez la información está preparada, se van añadiendo y mezclando los ingredientes paso a paso. En el recipiente de la realidad vertemos agua (oxígeno e hidrógeno) y disolvemos una pastilla de Avecrem hecha a base de carbono, nitrógeno, calcio, fósforo o potasio entre otros. Entonces vertemos quinientos gramos de lo que vemos, batimos trescientos gramos de información procedente del oído, cien gramos de las sensaciones generadas por el tacto y cincuenta gramos de aquello que olemos y saboreamos. Dejamos cocer durante un segundo a fuego medio y añadimos tres cucharadas de información interna del organismo donde encontramos emociones y sensaciones de bienestar o malestar, para terminar salpimentando el plato con una ración generosa de memoria. Aquí tenemos la percepción de la realidad.
El presente es una corriente integrada de percepción coherente. En cristiano: las personas vivimos en un continuo más o menos lógico del cual desconectamos para ir a dormir. La coherencia de las cosas, incluidas nuestras creencias acerca del sol o nuestras queridas opiniones acerca de política, de Enrique Iglesias o de nuestra pareja, son una sensación añadida por el cerebro y no una realidad. Una prueba contundente es que cada persona tenemos una opinión diferente acerca de la economía española o de Harrison Ford. Si esta opinión estuviera generada por la realidad, todas las personas deberíamos compartir la misma opinión acerca de la economía o de Indiana Jones . Sin embargo, no sucede así porque el cerebro de cada hombre y mujer transforma todo aquello que ve para que la vida tenga sentido para él y no para el vecino del quinto, dando lugar a tantos puntos de vista como individuos existen en la faz de la tierra.
Dos personas que miran el cielo y son conscientes de que están viendo su imagen mental y no el cielo, raramente discutirán por tener la razón y llegarán a las manos. ¿Y por qué hacía esto el organismo? Para evitar que cada jornada sea como el primer día de trabajo, para ahorrar energía. Esto es universal y sucede con cualquier aspecto de la vida: con una cucaracha, una discusión de pareja o una guerra. ¡¿Con una guerra?! Sí. Tal vez podemos pensar que el origen de un conflicto armado se encuentra detrás de aspectos sociales, ideológicos, religiosos o políticos pero, a decir verdad, detrás de cada uno de esos aspectos hay personas que ven el mundo a través de imágenes mentales y toman decisiones en base a ellas sin darse cuenta. El origen de cualquier problema o conflicto que podamos tener es siempre el mismo.
Las estrategias más peculiares para modificar experiencias se basan en atribuir a los demás nuestros propios pensamientos y sentimientos, en censurar o, directamente, hacer desaparecer acontecimientos dolorosos y conservar muchos más detalles positivos que negativos o neutros. Para que nos entendamos, si pensamos que nuestro jefe es un imbécil nuestro cerebro va a tratar de reafirmar esa creencia para que todo tenga sentido, y cada acción que nuestro superior lleve a cabo será interpretada por el organismo de manera tal que reafirme nuestra idea «mi jefe es un imbécil». Todo aquello que sintamos deja automáticamente de proceder de la experiencia y nace de nuestra interpretación de la situación. Esa interpretación se convierte en la imagen mental que usaremos para relacionarnos con nuestro jefe una y otra vez, completamente ciegos a la re El mismo mecanismo lo usamos con todas las personas, lugares, animales o cosas que conocemos. El quid de la cuestión es darse cuenta de que estamos viendo el mundo a través del filtro de una imagen mental y, aunque tengamos la sensación de tener razón, no hay pruebas irrefutables de que nuestro jefe sea realmente un idiota. Tener razón es una sensación generada por los mecanismos de defensa de cada persona. Darse cuenta de esto es doloroso porque nos deja en paños menores, pero al mismo tiempo es liberador dado que señala al origen de todos nuestros problemas. Este conjunto de mecanismos neuronales de defensa que manipulan nuestra percepción de la realidad y dan lugar a nuestra interpretación particular de las cosas, es también conocido como ego. Ahora podemos ver con claridad el juego, y la estrecha relación que guarda con nuestros planes futuros.